La Aleya de Al-Insan (El ser humano):

«Por cierto que los justos beberán de una copa de un néctar mezclado con agua de Kafur * Una fuente de la cual beberán los siervos de Allah, que harán fluir a voluntad * Que cumplen con sus promesas y temen el día cuya calamidad será universal *Que por amor a Allah alimentan al menesteroso, al huérfano y al cautivo * Diciendo: "Ciertamente, os alimentamos por amor a Allah; no os exigimos recompensa ni gratitud" * "Por cierto que tememos de nuestro Señor aquel día funesto, calamitoso" * Mas Allah les preservará de la calamidad de aquel día, y les recibirá con esplendor y júbilo * Y les recompensará, por su perseverancia, con un jardín y vestiduras de seda * Donde reclinados sobre cojines, no sentirán el calor solar ni el frío lunar * Y las sombras del jardín les cubrirán, cuyos frutos estarán al alcance de sus manos * Y serán servidos con vasos y copas de plata cristalina * En copas de cristal plateado, que les colmarán a voluntad * Y allí se les servirá una copa de néctar, cuya mezcla será de Zanyabil * Y mancebos in senescentes les servirán, a los que si vierais pensaríais que son perlas dispersadas * Y cuando mires allá verás delicias y un magnífico reino * Llevarán vestiduras verdes de tafetán y de brocado, y engalanados con brazaletes de plata, y su Señor les servirá una bebida pura * Por cierto que ésta será vuestra recompensa, y serán reconocidos vuestros esfuerzos»

(Corán; 76:5-22)

La ciudad de Medina se hallaba sumergida en un profundo silencio. Los medinenses, agotados tras un día de trabajo y esfuerzo, regresaron a sus casas a fin de descansar.

Las estrellas adornaban el cielo y la tierra era alumbrada por la luz suave y tenue de la luna, que, como una liviana gasa, se había extendido sobre las pequeñas casas de barro de la ciudad. El único ruido que avivaba la noche era el eco de los firmes pasos del Profeta (PBd), acercándose lentamente a la casa de 'Ali (P). Lo acompañaban dos fieles, quienes meditaban en la preocupación del Profeta, pues todos los musulmanes sabían cómo amaba él a Hasan y a Husain y de qué manera le afectaban sus tristezas y alegrías.

Todos sabían que el amor que sentía por ellos no era sólo un amor de abuelo por sus dulces y bellos nietos, sino un cariño divino, un amor profético. Todos eran conscientes de que, a imitación del Enviado de Dios, debían amar a Hasan y a Husain, puesto que él mismo había dicho: "¡Dios mío! Amo a Hasan y amo a Husain, ¡ama a quien los ame!".

Al llegar todos a la puerta de la casa de 'Ali, la delicada y dulce voz del Profeta resonó: "¡Mi querido 'Ali! ¡Mi querida Fátima! La paz de Dios sea con vosotros. He venido a visitar a mis hijos con dos compañeros, ¿me permiten pasar?". Pudieron oírse las voces felices de Fátima y 'Ali que respondían: "¡La paz y la misericordia de Dios sean con el Profeta, nuestra casa es tu casa, bienvenido seas, pasa!".

Cuando entró en la casa, se extrañó de que, como era costumbre, ni Hasan ni Husain corrieran hacia su abuelo, para echarse en sus brazos. Esa noche los niños estaban enfermos, yaciendo en sus lechos. Aunque estaban casi desvanecidos, al escuchar aquella cálida y conocida voz, abrieron apenas los ojos. No tenían fuerzas para levantarse. El Profeta, preocupado, se acercó y se arrodilló junto a ellos, llenándolos de besos. "¿Qué les ha sucedido amados míos? ¡Dios aleje de ambos el mal y les otorgue salud!". Hasan y Husain abrazaron tiernamente a su abuelo.

En aquella austera casa, a pesar de pertenecer al más grande comandante del ejército islámico, y de ser la morada de la segunda personalidad del Islam, no había nada para convidar a los visitantes. 'Ali expresó su vergüenza. Sin embrago, el Profeta y sus compañeros sabían que la pobreza de 'Ali era el honor de 'Ali, era el honor del Islam y era el honor del Enviado de Dios. Tenían la certeza de que si 'Ali hubiera querido, podría gozar de una vida placentera. No obstante, ese era el modo de vida que él y Fátima habían elegido. Por todo esto los visitantes serían recibidos con amor, cariño y paz.

Antes de ponerse de pie, preguntó el Profeta a su yerno: "Querido 'Ali, ¿No prometerás nada por la curación de mis dos amores?" Sin demora, él respondió: "Sí, prometo tres días de ayuno. Si Dios, el Altísimo, los sana ayunaré durante tres días consecutivos". Al oír estas palabras, dijo Fátima: "También yo ayunaré". Entonces Hasan y Husain abrieron sus ojos y juntos dijeron: "¡Nosotros también ayunaremos!".

Los labios del Profeta se posaron sobre los de sus nietos y depositaron tibios y dulces besos.

En el lugar se encontraba una mujer llamada Fidda, que había sido sirvienta de Aminah, madre del Profeta, y que estaba con Fátima voluntariamente, a fin de acompañarla y aprender de ella una lección de vida. Ella, al igual que todos, prometió ayunar.

Poco tiempo después de la promesa, Dios devolvió la salud a Hasan y a Husain. Ambos, sanos y animados, se levantaron de la cama. Había llegado el momento de cumplir la promesa.

Todos los integrantes de la casa comenzaron a ayunar. Sólo había en ella, tres kilos de cebada. Fátima y Fidda la molieron e hicieron pan. Prepararon cinco panes para desayunar, uno para cada uno. Todos esperaban que 'Ali regresara de la mezquita para desayunar juntos. A su regreso, se sentaron para hacerlo luego de un día de hambre. Todavía no habían comenzado cuando llamaron a la puerta. Era un pobre, un necesitado, un indigente: "¡Oh, familia del Profeta!: ¡Dios les envíe el sustento del paraíso! ¡Ayúdenme! Mi familia y yo estamos hambrientos". Y no habiendo terminado sus palabras, 'Ali se levantó para darle su pan. El pan de Fátima se ubicó sobre el de 'Ali y luego Hasan, Husain y Fidda pusieron los suyos sobre el resto. Cinco panes, eso quiere decir toda la comida que había en la casa y la misma le fue dada al indigente. Sólo quedó el agua. Cinco ayunantes desayunando sólo agua, agradecen a Dios y destienden el mantel.

Llega el segundo día de ayuno. También preparan cinco panes.

Luego de dos días de hambre y ayuno las manos se acercan al pan caliente, que es lo único que hay. Una vez más llaman a la puerta. "La paz sea con vosotros, ¡Oh Familia del Profeta!: Soy un niño huérfano y no tengo nada para comer. ¡Ayúdenme!".

Entonces, los cinco panes acompañados de súplicas y bendiciones le fueron otorgados al niño huérfano. Nuevamente desayunaron sólo agua. La hambruna les había quitado fuerzas.

Para el desayuno del tercer día, también había cinco panes. 'Ali era un hombre fuerte y no le afectaba tanto el hambre, sin embargo Fátima, delgada y débil, Fidda y los niños, que recién habían sanado, apenas podían soportar los dos días de ayuno total. A pesar de ello, ayunaron. Debían esperar hasta el atardecer, momento en que cada uno con un pan, pondría punto final a tres días de ayuno. Cerca de la hora del desayuno, las manos temblaban por la intensidad del hambre, los ojos de los niños estaban hundidos, y la debilidad les había robado la poca fuerza que tenían. 'Ali regresó de la Mezquita. Sobre el mantel había cinco panes de cebada y una jarra de agua. "¡Ah! ¡Qué sabroso se ve un pan de cebada después de tres días de ayuno!". Hasan y Husain se acercaron al mantel y junto con los demás extendieron sus manos hacia el pan. Pero por tercera vez se escuchó golpear a la puerta... Las manos quedaron suspendidas entre el cielo y la tierra. "La paz sea con vosotros, ¡Oh, gente de la casa de Muhammad! Ayuden a un hombre que acaba de salir de prisión".

Nadie se demoró. Las manos extendidas entregan los panes, los colocan unos sobre otros y los confían a las manos del hambriento exconvicto.

Lo único que los deja con vida, lo que los mantiene en pie y hace correr sangre por sus venas, es el deleite que brinda la caridad y el Izar (Altruismo o preferencia de la ventaja ajena antes que la propia). Sólo Dios conoce el valor de tanto sacrificio.

'Ali miró los pálidos y decaídos rostros de sus hijos y pensó que una visita al Profeta disminuiría el dolor y les haría olvidar el hambre. Les dijo: "Levántense! Visitaremos a su abuelo, el Profeta". El deseo y la alegría de verlo los hizo desprenderse del suelo. Juntos, se dirigieron a casa del Profeta. La congoja oprimió la garganta de Muhammad cuando vió a los niños como dos polluelos tiritando por el hambre. Dijo, con lágrimas en sus ojos: "¿Cómo puedo tolerar ver a mis hijos en estas circunstancias? ¡Dios mío! ¡Mira a la familia de Tu Profeta esforzándose por obtener Tu satisfacción!. ¡Apresúrense!, amados míos, que iremos con mi amada Fátima. ¿Qué le ha sucedido a ella en estos tres días? A Fátima, que es mi alma, que es una parte de mi cuerpo".

Los ojos de Fátima estaban agotados y sus pies ya no podían mantenerse, de todos modos, continuaba orando. El Profeta la abrazó y lloró tanto que vibraron sus hombros.

¿Quién sería capaz de ver a los que Dios ama, en este estado y no conmoverse? En ese instante un rico aroma perfumó la casa. Y reveló el Arcángel Gabriel al Profeta:

- "¡Oh, Muhammad! ¡Toma el regalo que he traído para tu familia!".

- "La paz de Dios sea contigo, ¡oh, Gabriel!, ¿qué has traído?"

- "He traído la paz y bendición de Dios y también las aleyas que a ellos se refieren. Por cierto que el valor real lo tiene la acción que satisface a Dios. Yo, Gabriel, el fiel mensajero de la revelación e intermediario entre Dios y vosotros, no considero a ningún obsequio más elevado y mejor que éste".

En las siguientes aleyas coránicas Dios, el Altísimo, presenta a estos ayunantes como a la mejor de las gentes y describe su morada en el paraíso:

«Que cumplen con sus promesas y temen el día cuya calamidad será universal *Que por amor a Allah alimentan al menesteroso, al huérfano y al cautivo * Diciendo: "Ciertamente, os alimentamos por amor a Allah; no os exigimos recompensa ni gratitud" * "Por cierto que tememos de nuestro Señor aquel día funesto, calamitoso" * Mas Allah les preservará de la calamidad de aquel día, y les recibirá con esplendor y júbilo»

(Corán; 76:7-11)

Ya ni Hasan, ni Husain, ni Fátima, ni Fidda, ni 'Ali sintieron hambre. Su debilidad se convirtió en alegría y ánimo. Todos se prosternaron ante Dios y le dieron gracias por tan inmensa recompensa.

En estas benditas aleyas, el Corán se refiere a Ahlul Bait (P), los coloca en la cumbre del autosacrificio y la piedad, y los muestra como un ejemplo para la humanidad, para que las comunidades los imiten y marchen sobre su sendero.

El suceso histórico por el cual fue revelada esta bendita aleya, indica la posición de Ahlul Bait (P), los enaltece por su aplicación y observancia de la Shari'ah, su completo desapego de lo mundano por causa de Allah, Glorificado Sea, y por su condición de justos, atributo por el cual son albriciados con el paraíso. De esa forma, quien los imite y siga su sendero, será resucitado junto a ellos.

En relación al Tafsir de esta aleya, dice textualmente Az-Zamajshari:

"Narró Ibn Abba (que Allah esté complacido con él) que Al-Hasan y Al-Husain enfermaron y el Mensajero de Allah (PBd) los visitó. Estando allí otras personas, éstos dijeron: '¡Oh, Abul Hasan! ¿Por qué no haces alguna promesa por (la salud de) tus hijos?'. Entonces 'Ali, Fatima y Fidh-dhah, su sirvienta, hicieron la promesa de que si se restablecían, ayunarían tres días. Los dos se restablecieron, entonces 'Ali (P) le pidió prestado a Sham'un, el judío jaibarí, tres medidas de cebada. Fatima (P) molió una medida hasta hacer harina con la que cocinó cinco panecillos, tantos como eran ellos. Ya los tenían delante de ellos para romper el ayuno cuando se presentó un mendigo y dijo: 'La paz sea con vosotros, gente de la casa de Muhammad (PBd). Soy un menesteroso de entre los musulmanes, dadme de comer para que Allah os dé de comer de las mesas del paraíso'.

Ellos dieron lo que tenían y se fueron a dormir sin probar más que agua, y al amanecer estaban ayunando otra vez. Cuando llegó la noche y pusieron la comida frente a ellos, se les paró enfrente un huérfano, y otra vez dieron todo lo que tenían. A la tercera noche se les presentó un prisionero (de guerra), e hicieron lo mismo.

Al amanecer 'Ali (P) tomó las manos de Al-Hasan y Al-Husain y fueron donde el Mensajero de Allah (PBd). Cuando los vio tiritando como polluelos a causa de intensa hambre, dijo: 'Me aflige profundamente lo que veo en vosotros'. Entonces se levantó y fue con ellos. Cuando llegó y vio a Fatima (P) en su lugar de oración, en un estado que parecía que su espalda se pegaba a su estómago, y sus ojos estaban hundidos, más lo afligió aquello. En ese momento descendió Yibrail (P) y dijo: "¡Sujétala! ¡Oh, Muhammad! Que Allah te felicita por la gente de tu casa", y después le leyó la sura".