Nombre:

Muhammad

Epíteto:

Al-Mustafa (El electo)

Apodos:

Abu-l-Hashim (Padre de Hashim)
Jairu-l-Bariyyah (El mejor de las criaturas)
Nabiyyu-r-Rahmah (El Profeta de la Misericordia)
Sahibul-Malhamah (El héroe)
Muhalillu-t-Tayyibat (El que permite las cosas buenas)
Yatamu-n-Nabiyyin (El sello de los Profetas)
Rasulu-l-Hammadin (Mensajero de los alabadores)
Rahmatu-l-lil ‘alamin (Misericordia para las criaturas)
Gaidu-l-yurri-l-muhayyalin (Guía de los más nobles de aquellos sobre los que resplandece la luz de la fe)
Abdullah (Siervo de Allah)
Yiaratullah (El mejor de las criaturas de Allah)
Sayyidu-l-Mursalin (Señor de los enviados)
Imamu-l-Muttaghin (Guía de los rectos)
Habibullah (Querido de Allah)
Safiyyullah (Predilecto de Allah)
Ni´matullah (Regalo de Allah)
Sahibu-l-Liwa (Abanderado)
Ibnu-l-Fawatim (Hijo de los Puros)
Al-'Abdu-l-muayyad (El siervo sostenido de Allah)
An-Nabiyyu-l-Muhazzab (Profeta del carácter purificado)
As-Safiyyul-l-Muyarrab (El elegido favorito)
Al-Habibu-l-Muntayab (El querido electo)
Al-Aaminu-l-Muntayab (El fiable electo)
Sahibu-l-Hawdi Wa-l-Kawthar (Dueño del Hawd y el Kauthar)
Jairu-l-Bashar (El mejor de los hombres)
Al-Murtadha lil'Ilm (El predilecto por su sabiduríoa)
Muharrimu-l-Khaba'is (El que prohibe las torpezas
Miftahu-l-Yannah (La llave del Paraíso)
Da´watu Ibrahim (Ruego de Abraham)
Bushra 'Isa (Buena Nueva de Jesús)

Padre:

Abdullah

Madre:

Aminah, hija de Wahab

Nacimiento:

Al alba del viernes 17 Rabi´ ul Awwal del año denominado "Amulfíl" (Año del elefante - 570 d.C.), en la ciudad de Meca.

Muerte:

Antes del ocaso del domingo 28 Safar del año 11 de la Hégira, cuando contaba 63 años de edad, a causa del envenenamiento provocado por el veneno que fue puesto en su comida.

Sepultura:

En la ciudad de Medina

Descendencia:

3 hijos y 1 hijas.
Los hijos: Al-Hashim, Abdullah e Ibrahim.
La hija: Fatima.
La madre de todos sus hijos e hija fue Jadiya, salvo de Ibrahim cuya madre fue Mariah

Inscripción:

Sobre su anillo figuraba la inscripción "Ash-Shahadatan" (Los dos Testimonios).

Apuntes biográficos

El nacimiento y la infancia de Muhammad (PBd)

El nacimiento de la luz

La ciudad de Meca se había sumergido en la oscuridad y la envolvía un gran silencio. No se veían señales de vida ni actividad, únicamente la luna, como era costumbre, ascendía despacio por detrás de las negras montañas que rodeaban la ciudad, y extendía sus suaves y delicados rayos sobre los sencillos edificios y sobre el camino pedregoso que conducía a ésta.

Poco a poco llegó la media noche, una brisa suave y agradable cubrió el ardiente territorio el Hiyaz y por un corto tiempo lo invitó a descansar, tan sólo se dejaba ver el brillo de las estrellas que iluminaban y brindaban placer a los ciudadanos.

Las aves madrugadoras así como las que pasan en vela la noche con voces placenteras alegraban las almas en ese ambiente paradisíaco, tal y como si se secretearan con su enamorado.

La orilla del horizonte de Meca se encontraba en el umbral de la aurora, sin embargo, aun reinaba un silencio ambiguo sobre la ciudad.

Todos se encontraban dormidos, sólo Aminah Bint Wahab estaba despierta y sentía los dolores, dolores de la espera que poco a poco se volvían más y más intensos.

Repentinamente vio entrar en su habitación a unas damas agradablemente perfumadas, desconocidas y luminosas. Se encontraba atónita. ¿Cómo era posible que aquellas damas entraran en su aposento sin ella darse cuenta?.

Rompió el alba. No pasado mucho tiempo Aminah dio a luz a su querido niño, y por fin en la madrugada del diecisiete del mes de Rabi’al-Auwal del año 53 antes de la Hégira (4 de mayo de 570 d.C.), se iluminaron sus ojos al ver a su esperado hijo.

Todos en la casa se felicitaron al enterarse del nacimiento del pequeño. El nacimiento de Muhammad había encendido el dormitorio de Aminah, obscurecido por el reciente fallecimiento de su esposo ‘Abdullah Ibn ‘Abdul Muttalib (545-570 d.C.), que al regreso de un viaje a Ash-Sham (Siria) murió en Medina, en donde fue enterrado, dejando a Aminah sola y desconsolada.

Muhammad (PBd), el niño milagroso

Muhammad, llegó al mundo acompañado de extraordinarios acontecimientos tanto en el cielo como en la tierra, especialmente en el Medio Oriente que en ese entonces era el centro de la civilización. Fueron estos acontecimientos los que hicieron que el mundo se enterara rápidamente de la nueva noticia y puesto que este niño terminaría con las viejas costumbres y supersticiones y traería nuevas bases y fundamentos para la evolución y progreso de la humanidad, desde el primer día de su nacimiento hizo sonar la campana del “despertar”.

El palacio de Anushirvan (el sasánida Cosroes I el Grande que reinó entre 531-579 d.C.), que suponía su poder y monarquía sería eterno e impresionaba a quien lo miraba, la noche del nacimiento de Muhammad (PBd) tembló y catorce almenas de sus murallas se derrumbaron. Así también se apagó en un instante el templo del Fuego de los persas que había ardido permanentemente durante mil años.

Las cenizas de su ídolo adorado fueron el vivo testimonio de la verdad que emergía señalando un nuevo camino. Las señales prodigiosas se multiplicaban. Los lagos de “Saveh” (al S.E. de Eshtehard y S.O. de Danesfahan, Irán) se secaron repentinamente haciendo que las personas de entendimiento se asombraran ante tantas prodigiosas coincidencias y reflexionaran sobre su significado.

Halimah, la nodriza del pequeño Muhammad (PBd)

Entre los árabes, durante muchos años fue costumbre que al nacer un pequeño, lo entregaran a un ama de leche que fuera de alguna de las tribus que habitaban en los alrededores de la ciudad, para que creciera en el ambiente puro y natural del desierto, aprendiera a hablar árabe con acento original y el estilo puro que se conservaba entre los beduinos.

Por ello, y dado que Aminah no tenía leche suficiente para amamantar a su pequeño, Abdul Muttalib Ibn Hashim, abuelo y tutor de Muhammad (PBd), pensó que lo mejor sería contratar a una mujer segura, digna y honorable para que se encargara de su querido nieto, el único recuerdo de su hijo. ‘Abdul Muttalib después de buscar e investigar escogió a Halimah Bint Abi Dhu’ayb, mujer casta y virtuosa de los Bani Sa‘d (clan conocido por su valentía y clara lengua) de la tribu de los Bani Hauazan. Halimah llevó a Muhammad (PBd) a su tribu y cuidaba de él como si fuese su hijo.

Hacía tiempo que el clan de los Bani Sa‘d carecía de víveres. El desierto seco y la falta de lluvias habían acentuado su pobreza y carestía; pero desde aquel día que Muhammad (PBd) llegó a casa de Halimah, trajo consigo para ellos bienestar y abundancia. La vida, llena de carencias que sufrían, se convirtió en una existencia llena de felicidad y prosperidad, y los rostros pálidos de ella y sus hijos se volvieron lozanos y brillantes. Su pecho que estaba secó se lleno de leche, y los pastizales de los borregos y camellos de esa región reverdecieron, manifestando claramente el contraste con su situación anterior y la actual de las tribus vecinas.

Muhammad (PBd) crecía más rápido que los demás niños, era el más ágil corriendo y hablaba sin defectos de pronunciación. Por donde iba lo acompañaban la abundancia y la bendición y los que estaban cerca de él fácilmente se daban cuenta de ello, inclusive lo confesaban; de tal forma que Hariz, el esposo de Halimah le dijo a ésta: “¿Te has dado cuenta? Muhammad (PBd) es un niño con una bienaventuranza especial. Y nosotros hemos tenido la buena suerte de tomarlo como ahijado”.

Muhammad (PBd) en un diluvio de acontecimientos

Apenas habían transcurrido seis primaveras de la vida del generoso Muhammad (PBd) cuando su madre Aminah lo llevó de viaje para visitar a sus familiares y la tumba de su esposo ‘Abdullah en el año 46 antes de la Hégira (577 d.C.).

Después de permanecer unos días en Medina en casa de su familia, y de visitar largamente la tumba de su amado esposo, en el camino de regreso, antes de llegar a Meca su amada madre enfermó y falleció en un lugar llamado Abva’ -región que se encuentre entre Meca y la ciudad de Medina- donde fue enterrada con ayuda de una de sus sirvientas. Tras lo sucedido, llevaron al pequeño Muhammad (PBd) con su abuelo, de vuelta a Meca.

Fue así como Muhammad (PBd), a esa edad en que un niño está más sediento de amor y afecto, perdió a sus padres.

El rostro de Muhammad (PBd)

Así como el nacimiento del Mensajero del Islam y los acontecimientos que sucedieron después de éste fueron extraordinarios, su infancia, su forma sorprendente adulta de expresarse y su formal comportamiento, lo hacían un ser excepcional entre los demás niños de su edad. ‘Abdul Muttalib, que conocía todo ello, mostraba a su nieto un sorprendente respeto.

Abu Talib, tío de Muhammad (PBd) decía: “Nunca he oído de Muhammad (PBd) decir una mentira, ni visto acto indebido o tontería en él, nunca se ríe sin razón ni dice palabras sin sentido y la mayoría del tiempo lo pasa tranquilamente, alejado del bullicio y pasatiempos de los otros niños”.

Cuando Muhammad (PBd) cumplió los siete años, los judíos dijeron: “Hemos leído en nuestros Libros que el Profeta del Islam no ingiere de las comidas prohibidas y se abstiene de aquellas que duda, no está de más que le hagamos una prueba a este sorprendente niño, para saber a qué atenernos con él”.

Los judíos robaron un pollo y lo regalaron a Abu Talib. Todos en la casa comieron de éste ya que ignoraban que había sido robado. No obstante Muhammad (PBd) ni siquiera lo tocó. Cuando le preguntaron la causa dijo:

“Dios, me cuida de aquello que es prohibido, y este pollo es alimento prohibido”.

En otra ocasión los judíos compraron un pollo al vecino, prometiendo que más tarde se lo pagarían, pero con la intención de no hacerlo, y lo llevaron de regalo a casa de ‘Abdul Muttalib. Esta vez, al igual que la anterior, Muhammad (PBd) tampoco comió y dijo que tenía duda de que fuese lícita. Cuando los judíos se enteraron, quedaron atónitos y dijeron que ese niño poseía dignidad, conocimiento y posición muy alta y privilegiada.

‘Abdul Muttalib, el jefe de Quraish, no trataba a Muhammad (PBd) como a los demás niños, sino que tenía para él un trato y consideración muy especiales.

Cuando preparaban un lugar especial para ‘Abdul Muttalib -ya que era el guardián de la casa de Dios- cerca de la Ka‘bah, y sus hijos lo rodeaban, su gran personalidad impedía que alguien se acercase, sin embargo Muhammad (PBd) no se dejaba dominar por esa suntuosidad, y directamente se dirigía al lugar especial donde se encontraba ‘Abdul Muttalib y se sentaba junto a él, acto que ninguno de sus hijos o de sus otros nietos se atrevía a hacer. Así, cuando los hijos de ‘Abdul Muttalib trataban de impedírselo, éste les decía: “¡Dejen pasar a mi hijo! ¡Juro por Dios, que él es dueño de una posición muy elevada!” .

Entonces Muhammad (PBd) se sentaba al lado del “Señor del Quraish” y se ponía a conversar con él.

Reminiscencias de la infancia y adolescencia de Muhammad (PBd)

Protección y apoyo de ‘Abdul Muttalib

Muhammad (PBd) pasó su infancia huérfano y bajo la protección de su abuelo ‘Abdul Muttalib y después de que éste falleció en el año 44 antes de la Hégira (579 d.C.), estuvo bajo la tutoría de su bondadoso tío Abu Talib, quien además se convirtió en el guardián de la Ka‘bah.

Parece que esta terrible prueba de perder a sus padres en la infancia, así como las lecciones de humildad, tolerancia y paciencia frente a cualquier acontecimiento eran necesarias para solidificar las bases de la gran personalidad de Muhammad (PBd) y para soportar la carga de la Misión Profética que años después estaría bajo su responsabilidad.

Muhammad (PBd), poco a poco iba creciendo y se acercaba al período de la adolescencia, que es el período de jovialidad de los instintos y el vigor interno. No obstante haber quedado privado de la bondad de su madre y la gracia y cariño de su padre, Abu Talib como obligación moral y por las enfáticas recomendaciones de su padre ‘Abdul Muttalib, lo cuidaba y protegía. Muhammad (PBd), en realidad tenía para él un triple significado: el de ser un niño, el recuerdo de su hermano ‘Abdullah y de su padre ‘Abdul Muttalib, así también el ser parte de su sangre, por lo que Muhammad (PBd) se integró a la familia de Abu Talib como un hijo más. Abu Talib para Muhammad (PBd) era un padre cariñoso, un tío fiel y un maestro benévolo y compasivo. Entre tío y sobrino, existía tanta simpatía que podemos decir que las raíces de sus vidas y existencias estaban unidas fuertemente las unas con las otras. Este cariño tan grande fue la causa por la cual Abu Talib nunca se alejó de su sobrino Muhammad (PBd) y lo llevó consigo a los bazares árabes, tales como “'Ukadz”, “Muynah” y “Dhil-Muyaz”. Incluso cuando quiso ir a comerciar a Ash-Sham, con una caravana de Meca, no soportó la idea de alejarse de él durante un tiempo y como resultado lo llevó consigo.

Vemos pues, como Muhammad (PBd), con doce años de edad montado sobre su camello, iniciaba un largo viaje en dirección a Yazrib (Medina) y Ash-Sham.

Entrevista de Buhaira con Muhammad (PBd)

Era el año 40 antes de la Hégira (583 d.C.). El monje Buhaira se encontraba en su ermita, cercana a la ciudad de “Bosra” (en las proximidades de Damasco, capital del reino de los árabes gassaníes probizantinos), cuando de repente vio que se acercaba una caravana y cosa extraordinaria que una nube se iba desplazando en el cielo a su paso, proporcionándoles sombra, siempre al mismo ritmo de la caravana. Más sorprendente aún, cuando la caravana interrumpió su camino para descansar y aprovisionares de agua, la nube se detuvo también. Buhaira salió de su ermita y solicitó a su ayudante: “¡Id a ese grupo y decidles que todos ellos son mis invitados!”

Todos acudieron a la comida a excepción de el joven Muhammad (PBd) que se quedó, por encargo de su tío Abu Talib al cuidado del equipaje. Buhaira examinó el rostro de todos y cada uno de los miembros de la caravana, sin poder descubrir en ninguno de ellos las señales que esperaba reconocer en aquél, a la espera del cuál los monjes se sucedían uno tras otro en la pequeña ermita de Bosra. Entonces preguntó: “¿Es que todos los miembros de la caravana se encuentran aquí?” .

Contestaron: “Sí, excepto el joven que entre nosotros tiene menos edad”.

Buhaira dijo: “Decidle que venga”. Fueron en busca de Muhammad (PBd); cuando llegó, el monje quedó atónito mirándolo ya que la nube lo acompañaba. Después de terminar de comer le dijo: “¿Puedo hacerte una pregunta? ¡Jura por Lat y 'Uzza que contestarás a ésta!”.

A lo cual el joven Muhammad (PBd) respondió: “Lo más odiado por mí, son esos dos nombres por los cuales me pides que jure”.

Ante esta contundente y clara respuesta Buhaira dijo: “Jura pues por Dios que me responderás”.

“¡Haz tu pregunta!” Le respondió Muhammad.

Buhaira después de una corta entrevista con el niño Muhammad (PBd) y habiendo confirmado en su persona las señales de la profecía que sus Libros Sagrados relataban, le besó las manos y luego se tiró al suelo y le besó los pies y dijo: “Un gran futuro te espera, si estoy vivo para ese entonces, pelearé a tu lado en contra de tus enemigos, tú eres el más importante de los hombres entre los seres humanos”.

Entonces, volteando su rostro hacia los de la caravana preguntó en voz alta: “¿Quién es el padre de este joven?” Todos señalando a Abu Talib dijeron: “¡Es hijo de él!”.

“¡No! ¡El padre de este joven no puede estar vivo!” exclamó Buhaira, a lo cual Abu Talib afirmó: “Estás en lo cierto, él es mi sobrino”.

“Este joven tiene un futuro muy brillante e importante -continuó diciendo Buhaira-, si los judíos ven lo mismo que yo estoy viendo en él sin duda lo matarán, ¡ten mucho cuidado que no lo dañen!”.

“¿Por qué causa será odiado por los judíos?”, preguntó extrañado Abu Talib.

“En el futuro será un Profeta y el Ángel de la Revelación se presentará frente a él”, afirmó Buhaira.

Ante esto Abu Talib repuso: “¡Dios no lo abandonará, Él lo cuidará de los enemigos y de los judíos!”.

Pastoreo y meditación de Muhammad (PBd)

Aunque Abu Talib era uno de los hombres importantes del Quraish, no contaba con ingresos suficientes para sostener a su familia. Muhammad, que había llegado a la edad de la adolescencia, por naturaleza tenía deseos de trabajar para sostenerse a sí mismo y, de esa forma, quitar un peso de los hombros de su querido tío, pero ¿qué trabajo sería adecuado a su mentalidad?.

Ya que Muhammad (PBd), en el futuro, sería el Enviado Divino, y magno líder que debería enfrentarse con gente sin educación ni moral, pelear en contra de las supersticiones e ideas erróneas de la era pagana y establecer los pilares de la justicia y las verdaderas leyes de la vida del ser humano, vio conveniente aceptar el trabajo de pastoreo. Él llevaba a los borregos y otros animales domésticos de sus familiares y demás gente de Meca a pastar en los campos de las afueras de la ciudad y cuidaba de ellos, el sueldo que recibía lo entregaba a su tío Abu Talib como una ayuda. Realizando esta labor también de un ambiente limpio, lejos de todos los ruidos, disputas y polémicas de la gente de la ciudad. En las tareas del pastoreo adquirió una sabiduría muy útil, que se manifestaría más adelante en la época de la Misión Profética y durante su gobierno. De cualquier forma, en esta época de su vida hizo acopio de todas las virtudes: generosidad, buen temperamento, magnanimidad, paciencia e indulgencia al prójimo, veracidad y honestidad, y se alejó de los defectos éticos y morales. Era eminente entre la gente y alguien en quien se podía confiar y por ello le llamaban “Muhammad Al-Amin” o sea, “Muhammad el Confiable”.

Castidad y pureza de Muhammad (PBd)

Cuando los instintos y fuerzas ocultas del hombre tratan de manifestarse, como resultado de la pubertad, cuando el niño pasa de la época de la infancia a la época de las pasiones y excitaciones y cree estar en un mundo diferente; es en este delicado momento cuando las perturbaciones, desviaciones, incontinencias y desenfreno atacan a los adolescentes. Si no se les presta una atención especial, o ellos mismos no tratan de protegerse y no someterse a los instintos en forma descontrolada, caerán en un abismo espantoso de perdición, que difícilmente les permitirá volver a ver, un día, el color de la felicidad y la dicha.

Muhammad (PBd) vivía en una sociedad corrompida, en donde su ambiente estaba contaminado por los diferentes defectos éticos y morales, así como por los pecados. No sólo los jóvenes, sino que incluso los viejos de Al-Hiyaz practicaban la inmoralidad sexual, llegando a tal extremo que en las calles y callejuelas colocaban banderas como señal de los centros de corrupción y como una invitación para aquellos que andaban en busca de la obscenidad; y en un ambiente tal Muhammad (PBd), pasó de la infancia a la adolescencia y, a pesar de que a la edad de veinticinco años aún no había contraído matrimonio, las malas costumbres reinantes no influyeron en él, y nunca se le vio un acto incorrecto; sino que tanto sus amigos como sus enemigos lo presentaron como un ejemplo de virtudes y moralidad.

Finalmente, enel año 595 de la era cristiana, Muhammad (PBd), de 25 años de edad, se casó con Jadiyah, quien tenía 40 años, y le dio 6 hijos.

Un poeta que se encontraba al tanto del matrimonio de éste honorable con la gran dama del Quraish Jadiyah, cuando describe y elogia a Muhammad (PBd) lo hace con esa cualidad, tan sobresaliente en él, que fue la modestia. El mencionado compositor dice a Jadiyah:

“¡Oh, Jadiyah! tú llegaste a un nivel muy alto entre las gentes
Y sobresaliste de entre todos,
Contrajiste matrimonio con Muhammad
Y, como él, las mujeres de todo el universo no han dado a luz otro.
La buena moral, grandeza y modestia de este benévolo se encuentra y encontrarán para siempre juntas”.

Otro de los poetas dijo:

“Si comparamos a Ahmad con toda la creación, él es superior, y sus virtudes son claras y evidentes para los del Quraish”.

La Revelación

Muhammad (PBd) tenía una profunda naturaleza religiosa y detestaba la decadencia de la sociedad en la que vivía. Tenía por costumbre meditar de vez en cuando en la Cueva de Hira, cerca de la cima de Yabal an-Nur, la (Montaña de la Luz), en las proximidades de Meca.

A la edad de 40 años durante uno de sus retiros espirituales, Muhammad (PBd) recibió la primera revelación de Dios a través de Yibril (En Ángel Gabriel), hecho que cambiaría la historia de la humanidad.

Una de las últimas noches del mes de Ramadán, Muhammad (PBd) vio como una luz intensa penetraba la cueva y escuchó una voz que le decía: “¡Lee!” Muhammad (PBd) respondió “No sé leer”. La aparición le ordena “¡Lee!” Muhammad (PBd) respondió nuevamente, “No sé leer”. Y la luz le dice:

«Lee en el nombre de tu Señor, el que creó; que creó al hombre de un espermatozoide. ¡Lee! Tu Señor es el Más Generoso, que ha enseñado por medio del cálamo, que ha enseñado al hombre lo que no sabía».

(El Qur'an 96:1-5)

Después de esto, Muhammad (PBd) sintió que el mensaje le quedó grabado en el corazón y la memoria.

Cuando salía de la cueva, oyó una voz procedente del cielo que le dijo, “Oh, Muhammad (PBd), tú eres el profeta de Dios, yo soy el ángel Gabriel”. Muhammad (PBd) levantó los ojos y vio la figura del ángel que, radiante, le seguía dondequiera que fijaba la vista.

Las revelaciones del Qur'án llegaban al Profeta a través del Arcángel Gabriel, y descendían en los momentos mas inesperados, cuando Dios lo disponía. Durante los siguientes 23 años, Dios le reveló a Muhammad (PBd) los mensajes que contienen las enseñanzas del Islam y hasta hoy se encuentran sin cambio alguno en el Sagrado Qur'an.

La característica principal del Islam es que no admite separación entre los asuntos de la vida terrena y los asuntos de la vida espiritual. No se limita sólo a purificar la parte espiritual del hombre, sino que su dominio se extiende al orden social, político, moral, económico, etc. sin que nada se escape al veredicto de Dios en la forma de vida Islámica.

Cuando Dios Todopoderoso ordenó a Muhammad (PBd) que divulgara el Islam, éste congregó a su gente en la colina de Safa y les dijo: “¿Os gustaría vencer a vuestro mayor enemigo?” La multitud preguntó: “¿Quién es y dónde está ese enemigo?” Muhammad (PBd) contestó, “El enemigo sois vosotros mismos y se esconde en vuestro corazón, boca y mente... está en vuestro corazón, pues adoráis a falsos dioses; y en vuestras mentes, pues sois idólatras, y en vuestras palabras porque alabáis a imágenes y objetos inanimados. Dios es único y no tiene intermediarios, mediadores ni copartícipes. Si le adoráis y cumplís con Sus ritos, creencias y mandatos, yo os ofrezco en Su nombre las bendiciones de este mundo y las delicias del Paraíso. Volved al camino recto. Glorificad a Dios, Creador de los Mundos, Señor del Día del Juicio Final”.

La gente se sorprendió al oír estas palabras, pues creían en muchos dioses y adoraban a los mas de 360 dioses e imágenes en la Kaaba. Adorar a un solo Dios Omnipotente y Omnipresente significaba cambiar su forma de vida. Si se sometían a Dios, tenían que dejar sus pasiones, vicios y corrupción, que los gobernantes de Meca explotaban. Abu Sufián ordenó la oposición al Profeta y llamó a Abu Talib para que callase a su sobrino, porque trataba de “prohibir el culto de los dioses que nuestros padres adoraban” y añadió “Le declararemos la guerra si no le haces callar. Dile que le daremos riqueza, poder y oro; lo que pida”. Cuando Abu Talib hubo dicho esto a su sobrino Muhammad (PBd), éste contestó: “¡Oh tío mío! ¡Cuán grato sería complacerte! Pero, por Dios, aunque pongan el sol en mi derecha y la luna en mi izquierda, jamás dejaré el mensaje de Dios, aunque me cueste la vida”.

Ante la negativa del profeta, se inició una fiera persecución en contra de los musulmanes, siendo torturados, asesinados, y desterrados; se emplearon los medios más radicales y más violentos. Abu Sufián afirmaba: “cualquier medio es lícito, ante la imperiosa necesidad de acallar a quien habla mal de los dioses de nuestros antepasados”.

Tan pronto como comenzó a recitar las palabras que había oído de Yibril y a predicar la verdad que Dios le había revelado, él y su pequeño grupo de seguidores sufrieron una amarga persecución, que fue creciendo de forma tan intensa que en el año 622 recibieron la inspiración de emigrar. Este acontecimiento, la Hiyra, (Hégira - emigración), en la que abandonaron Meca para ir a Medina, a unos 416 kilómetros al norte, constituye el punto de partida del calendario islámico.

Después de algunos años, el Profeta y sus seguidores pudieron regresar a Meca, perdonaron a sus enemigos y establecieron de modo definitivo el Islam. Antes de que el Profeta muriera a la edad de 63 años, la mayor parte de Arabia era musulmana y, en los cien años siguientes a su muerte, el Islam se había extendido hasta España, en el oeste, y hasta China en el este.